jueves, mayo 24, 2007

NI HABLAR. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . NI VER. . . .NI OIR. . .NI TOCAR. . . NI GUSTAR. . .

El cielo se cubría de esa escala de grises que indican que una tormenta se encamina
El viento frío movía de lado a lado la antena de televisión puesta en la azotea al lado del tinaco negro
Los truenos amedrentaban y aumentaban en intensidad sonora despertando las alarmas de los automóviles
Los rayos no lograban verse en su totalidad
De pronto, la tierra soltaba su aroma fresco e invadía la habitación.

Que devastador es llegar a la conclusión de que sólo bastaba cerrar los ojos para ver la luz de aquella oscura carretera de tu mente
En ese momento creía que girar la llave y alejarme al son de monasterio, que contenía poca y algo vieja, era la mayor solución para evitarlo.

La mañana siguiente, el cielo arrugado por tanta agua daba testimonio de la ruinosa mirada que agotabas en predecir, de la agotada respiración que ahora no puedes controlar, de la falsedad evidente de tu postura.

Mientras tanto, mi mirada reptaba (ayudada por la sombra de mis manos) por todo el brillo y el color de las flores y plantas, mis dedos (un poco rígidos) se dejaban tocar (y sangrar) por el tronco del centro del jardín, mis labios se acostumbraban al viento que los acariciaba pero secaba (el precio de la seducción...de esa seducción que quiero)

1 comentario:

M. Perisič dijo...

El cielo arrugado y la mirada que repta...