
Liebe Ale ha muerto por sobredosis de realidad, ha cruzado la línea y no piensa regresar. ¿Sabes que te quiero, verdad?
No creo morir por sobredosis de realidad (si muero será por mí, porque yo lo quiera) pero la sobredosis es ya demasiada. Ya no tolero lo que veo en el metro: niños llorando porque tienen hambre y madres que contestan “pero no tengo”, gente comiendo tortillas dobladas como hojas de papel, gente que cede el asiento a quien lo necesita, mujeres que “luchan” por obtener el último asiento vacío del vagón, hombres manoseando mujeres y lo peor mujeres que no se quejan cuando las manosean, que el tubo para sostenerme esté caliente, la respiración de la gente que está parada cuando estoy sentada del lado del pasillo, cada roce, por pequeño que sea, me pone de malas. Aunque debo decir que me acostumbrado a las taquilleras maleducadas y al reguetón de los ambulantes.
De algo no sufre la población de México. Claustrofobia. Me impresiona subirme a un camión y ver que todas las ventanas están cerradas: no me importa ir parada, pero si no voy junto a una ventana abierta de desdoblo. Hace poco me dio un ataque de pánico en el metrobús y afortunadamente una señora ayudo a calmarme, de no ser por ella estaría ahora en el hospital y medicada (bueno medicamento ya tomo, los analgésicos me ayudan a andar en la calle). Terapia….a la chingada la terapia.
No sé por qué no puedo vivir en lugares como Cuernavaca, donde las rentas son baratas, o en Aguascalientes donde no pasa nada. Pero ¿qué haría en esos lugares? Si en México la industria….que industria ni que nada….TRABAJO del cine es baja, en aquellos lugares es más baja.
Cada día como menos por temor a enfermarme de algo, los insectos me atacan con más frecuencia, el agua me sabe más y más a óxido, me agobio diario por cosas insignificantes, y no, no son las hormonas.
Llego a una habitación y lo primero que hago es abrir las puertas y ventanas. En la calle el calor me aprieta de una manera espantosa. El agua helada o la coca-cola en lata no son útiles ya, ni las sandalias, ni la ropa delgada. Hasta el cigarro me da un poco de asco. Bendigo al cosmos cuando junta las nubes y hace llover (es como abrir las puertas y ventanas de esta gran habitación).
Mas no quiero cruzar la línea y perder la razón, aunque sólo así pueda tolerar todo esto, porque entonces no haría las cosas como se deben (ahora necesito estar concentrada), todo me valdría madres, pero los días serían nada pesados y me sorprendería de muchas más cosas.
Me conformo con un acidito en mi casita.
(Me gustaría verme ayer y saber que estuve)
(las fotos son de su servilleta)

1 comentario:
Viri. me gustaron tus escritos =^_^= seguire al pendiente de tu blog ok
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